sábado, 31 de mayo de 2014

Superheroes del renacimiento Cap.1

Cap.1  Un plan perfecto

No muy lejos de Masetu, lo suficiente oculto como para no ser vistos por quien no debiera,  los mercenarios tenían el asentamiento.

Un hombre alto, de mirada tajante, vestido en todo momento para la batalla; con ciertos rasguños en el rostro, señal de haber visto la muerte demasiado cerca; sin ningún estandarte; salvo un dibujo de un castillo en sus brazaletes, pequeña muestra de lo que fue su infancia; mirando al cielo, junto a lo que parecía ser una especie de druida esclavo capturado en algún saqueo, se encontraba aquel que se hacía llamar el líder de aquel grupo de mercenarios.

El druida, un pacifista de las tierras del norte, aprovechándose del aprecio que este le había cogido, se dirijo a su dueño y le dijo:
-        ¿Realmente crees que esto es necesario?
El líder de mercenarios, sin dejar de prestar atención a los rayos de sol que se colaban entre las nubes dejando paso al mediodía le contesto:
-        ¿Y por qué no? No tengo nada que perder; es la misión más fácil y sencilla que jamás haya visto. Según llegue, alguien me abrirá las puertas dl castillo, solo tenemos que entrar matar al que se oponga, saquear el castillo y marchar antes del amanecer. Además no satisfecho con ese fácil éxito recibiré como recompensa la ubicación de un pueblo salvaje que se esconde entre las montañas para hacer lo previo con él.
-        No tiene porque hacer tal masacre, ¿no tiene las suficientes baratijas ya, mi señor?
El mercenario dándose cuenta que ya era demasiado tarde para corregir los excesos de confianza de su compañero le contesto:
-        ¡Ya basta! ¡Voy a saquear ese castillo porque soy J, líder de mercenarios, y porque puedo! ¿te ha quedado claro, señor Dieg? ¡Deja de amar a este mundo que tanto te desprecia! ¡Fuera de mi vista!
El druida no sorprendido con la respuesta que tantas veces había escuchado se dio la vuelta obedientemente y se marcho. Aún sabiendo que ese tono de voz elevado y esa posición insensible, tan solo era parte de un papel que tenía que ejercer por su vida.

En el castillo los sirvientes y trabajadores se estaban dando cuenta de la falsa normalidad que se respiraba en el ambiente.
En una de las habitaciones de la parte superior del castillo, padre e hijo compartían una intensa discusión sobre la situación.
Resulta que el hijo era partidario de huir y el padre de quedarse para defender su honor.
El noble hijo se defendía:

-        ¿No te das cuenta que quieren nuestras cabezas? Si marchamos ahora mismo tú y yo vendrán aquí y no morirá nadie innecesariamente. Nos tacharan de traidores pero dejaran en paz al resto.
-        ¡Yo no soy un traidor, Eduard! Me quedaré aquí y defenderé el poco honor que tú nos has dejado.
-        Morirás tú, tus soldados y toda esta gente. ¿De qué sirve el honor una vez muerto?
-        Haz lo que quieras, yo me quedo aquí, pero si sales por esa puerta….moriré sin haber tenido hijo…
En este momento, el joven noble podría haber levantado la mano drásticamente mientras su  progenitor marchaba y haber dicho…
-         padre, te quiero.
O también podría haberle dicho con música emotiva de fondo:
-        Tú me has criado, amado y educado con tu sudor sin una madre…esta noche luchare a tu lado, nuestras espadas se romperán juntas y nuestra última batalla será cantada por juglares y en un futuro muy lejano harán una proyección sobre una pantalla blanca de gente que finge ser nosotros para contar nuestra historia.
Hoy padre…hoy…¡Luchare a tu lado!
Pero en cambio el que tantos dolores de cabeza había causado a su creador, se dio media vuelta y marcho sin pronunciar palabra.

Estresado, sin saber muy bien lo que hacer, bajando las escaleras para salir al patio del castillo se tropezó con un joven que llevaba una caja con sumo cuidado entre las manos y acto seguido se le cayó.

-        ¡Mierda! Eran especias, ¡no sería capaz de esto ni en un millón de años! ¡Serás cabeza del Medievo!
-        Modera tus palabras joven atractivo. Soy Eduard propietario de este castillo.
Will dándose cuenta que el error que había cometido era de gravedad insostenible se apresuro y le dijo:
-        Lo lo lo lo sien sien siento señor…
-        No te preocupes hay una forma de remediarlo. Tendrás que hacerme un favor. Es sencillo.
Eduard le conto a Will discretamente la situación que sostenía el castillo en esos instantes y las ordenes que le dio fueron claras y directas.


Preséntate junto a las caballerizas con todo aquel que no sepa defenderse por cuenta y espera mi llegada.

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